domingo, 15 de junio de 2008

la vocación financiarista del cooperativismo colombiano

Desde hace muchos años me ha causado una cierta curiosidad el hecho de que el cooperativismo colombiano, casi desde sus inicios, optó por desarrollar como vocación económica principal el ahorro y el crédito, y como secundarias otras no menos importantes para las vidas y las economías de los asociados y sus familias: el consumo, la educación, la salud, el uso del tiempo libre, los seguros, la producción en sus vertientes agropecuarias e industriales, y otras.

Por un momento llegué a pensar que era algo "natural", es decir, que venía inscrito en la naturaleza misma de esta forma de organización económica y social, y por lo mismo, lo importante era apoyar esa dinámica de prestar plata y cobrar plata + X; y era que en las mismas historias que se contaban sobre la creación de las cooperativas (y luego de los fondos de empleados, otra modalidad solidaria que se centró en el ahorro y el crédito, con la anuencia y beneplácito interesados de la "patronal"), se decía que habían nacido como una respuesta a los agiotistas de barrio y de empresa ("compañeros y compañeras que prestaban al dulce y misericordioso 5% mensual; luego éstas personas se transformarían en los reyes del "pagadiario"), lo que era y es una verdad parcial, pues en verdad de lo que se estaban defendiendo era de los malos salarios y la explotación inmisericorde de los dueños de las empresas.

En fin, el cooperativismo colombiano se ha deslizado y pavoneado pomposamente en el escenario financiero, fungiendo como instrumento de "bancarización" (como llaman ahora al hecho de ser sujeto de crédito), y haciendo del oficio de prestamista, su oficio favorito, y dentro del cual ha tenido bonanzas importantes, sobre todo en la década de los años 90 cuando sus arcas se inflaron de manera notable (y perjudicial) con dineros provenientes del narcotráfico y de la corrupción política, hasta que llegó la debacle del 96-97 del siglo pasado, que entre otras cosas, mostró hasta dónde se había corrompido el proyecto cooperativo nacional, sobre todo en sus empresas más "representativas", corrupción que se expresaba en aparatos burocráticos costosos, en privilegios y prebendas para dirigentes y funcionarios, y en otras situaciones anómalas que dejaron una estela poco grata de consejas y prevenciones acerca de la idea cooperativa.

Una de las enseñanzas que dejó esta crisis de finales del siglo pasado, que desafortunadamente no fue aprendida ni aprehendida por quienes dirigen y administran las cooperativas sobrevivientes, es que si bien la actividad financiera es importante en el conjunto de la economía, y sobre todo en esa economía solidaria que pretende manifestarse a través del cooperativismo y los fondos de empleados, lo cierto es que ésta no debe convertirse en el eje del movimiento, sino que tiene que ser ubicada como un FACTOR ESTRATÉGICO para el desarrollo de vocaciones económicas productivas, más relacionadas con las economías de los asociados y sus familias, y no simplemente como un mecanismo de endeudamiento, improductivo las más de las veces, orientado a poner al cooperativismo y a los fondos de empleados como meros instrumentos de complementación marginal, de las economías de las empresas de capitales.

Ahora bien, todo lo anterior viene a cuento luego de conocer la propuesta de reforma del estatuto orgánico financiero y de la ley 454/98, que la Confecoop ha puesto en debate en el congreso de la república, la cual pretende por énesima vez ajustar "técnicamente" el funcionamiento de las entidades cooperativas que realizan actividades financieras; y digo enésima vez, porque ese ha sido todo el trabajo hecho por la confederación desde que nació: servir de calanchin del Estado para que las cooperativas y los fondos de empleados se ajusten a los mandatos de éste, derivados a su vez, de los compromisos de los acuerdos de Basilea. Para nada se defiende la naturaleza integral de la economía solidaria en todas sus versiones, pero sobre todo en el campo financiero, como lo demuestra el silencio de esta entidad de "representación y defensa del movimiento" ante muchas arbitrariedades cometidas por el gobierno actual (como el caso de los fondos de educación, al cual me referiré en próximo artículo) y los anteriores; el caso más aberrante es la connivencia que que ha tenido esta entidad con la aplicación del rigor bancario a las organizaciones solidarias que se mueven en el ámbito de las finanzas, que provoca hechos inconsecuentes con la filosofía solidaria y de cooperación y autogestión, como se puede percibir en el hecho de que un asociado (dueño y señor de la organización solidaria) que cometa algún desliz económico, como ponerse en mora, sea denunciado ante el sistema financiero general del país, causando su "muerte económica", no sólo dentro de su propia cooperativa o fondo de empleados; guardar silencio ante esto es por lo menos perverso, pues las faltas que se cometan dentro de la entidad solidaria, deben ser gestionadas por la empresa cooperativa misma, pues se entiende que su naturaleza solidaria le exige un tratamiento diferente a esas faltas financieras, que no necesariamente deben ser igualadas a las de las empresas bancarias privadas y estatales.

Ante lo anterior, es decir, ante un proceso creciente de ajuste estructural que tiende a desnaturalizar la economía solidaria que actúa en el mundo financiero, es necesario que dirigentes, asociados y administradores de cooperativas y fondos de empleados se aboquen a la búsqueda de estrategias que rescaten el valor y el significado de las finanzas solidarias como un elemento fundamental en desarrollo económico de los asociados y sus familias y comunidades, y del país en general, es decir, que traten de colocarse en el centro de una nueva dinámica económica, basada en la MULTIACTIVIDAD, en la construcción sectorial real, sirviendo de mecanismo de financiamiento de todas las vocaciones económicas que posibiliten el desarrollo del objeto social del proyecto de la economía solidaria: LA CALIDAD DE VIDA Y EL BIENESTAR DE LOS ASOCIADOS Y SUS FAMILIAS, y de las comunidades en donde viven, o en otras palabras: ser fuente de FELICIDAD PARA LOS LOS HOMBRES Y MUJERES QUE HACEN PARTE DE LA ECONOMÍA SOLIDARIA EN SUS DIFERENTES MANIFESTACIONES.

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